martes, 14 de abril de 2009

Viajeros de vitrinas

Son las 5:00 de la tarde de un lunes soleado. Me encuentro en el CC Tolón en Las Mercedes, frente a Zara, una franquicia de ropa por departamentos cuya instalación en este CC es de dos pisos. Estoy aquí esperando a mi amigo; su nombre es Leonardo, como el mío. Su jornada laboral está a punto de tener un break, un espacio de una hora para que Leonardo pueda comer, y él me dijo que lo esperara para que lo acompañase. Mientras escucho música, gracias al reproductor de mi teléfono celular y por medio de mis auriculares obviamente (no soy de esas desagradables personas que escuchan música a todo volumen y sin audífonos en lugares públicos para que todos se enteren de lo que escuchan), principalmente porque estoy intentando estar desapercibido frente a las personas que pasan de un lado a otro, muy pendientes de lo que puedan ver o escuchar para entretener su aburrida caminata de vitrina en vitrina por el CC; una responsabilidad llama a mi móvil y ahora, al contestar, trato de que no se escuche muy alto mi voz frente a los curiosos. Al otro lado del teléfono escucho una voz que me dice que quiere ir al cine, pero eso no estaba entre mis planes. Necesito guardar dinero para ciertos eventos que tengo en días que se aproximan a una velocidad imposible, lo cual me recuerda la razón por la cual, antes de que mi amigo Leonardo me dijese que lo esperara para comer, me acerqué a Zara del Tolón: entregar mi resumen curricular para ver si reúno algo para darme algunos gustos no es cualquier cosa. “Si vamos al cine hoy, no podré ir a la cena de tu cumpleaños el jueves, así que nos reuniremos más tarde a no hacer nada”.
La espera por Leonardo se extendió más de lo previsto, así que decido pasear un poco por el CC y unirme a aquellos “viajeros de vitrinas” mientras escucho las agudas notas de Amy Lee. Camino sólo un poco y me detengo en el 1er. Piso para observar a algunas personas que pasan, detallando sus vestimentas, sus peinados, sus maneras de caminar, las cosas que hacen mientras piensan que nadie los ve. Entonces me fijo en un muchacho de cabello largo y ondulado que sube sin esfuerzo alguno por las escaleras mecánicas. Viste formalmente un pantalón negro y una camisa blanca, ropa de trabajo, pero no de cualquier trabajo. El joven pareciera trabajar en Zara… Esa manera de caminar inconfundible y ese pequeño bolsito, de esos que la gente usa para llevar su comida, me indican que se trata de Leonardo, mi amigo, mi próximo compañero de charla, mi hermano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermao hermano! De verdad te amo. Me pareció bastante fresco y admirador y cómico a la vez. LOL! Thanks bro...